Autismo: percepción sensorial e integración sensorial
Los niños autistas perciben el mundo de manera diferente. Las impresiones sensoriales, como la vista, el oído y el tacto, son procesadas de forma distinta por ellos. Debido a la intensidad de las impresiones que les afectan, algunos niños pueden mostrar comportamientos problemáticos y a menudo se encuentran con incomprensión en su entorno. ¿Qué se puede hacer para hacer la vida más agradable a los niños autistas en un mundo saturado de estímulos?
La percepción sensorial de los niños autistas
Nuestra percepción sensorial nos acompaña todos los días. Vemos, oímos, saboreamos y tocamos. Además, tenemos un sentido del equilibrio y la propiocepción (la percepción del propio cuerpo). El procesamiento de la información transcurre sin problemas y no nos causa dificultades.
Los niños en el espectro autista tienen las mismas herramientas con las que el cerebro recoge y procesa información importante sobre su entorno. Sin embargo, la diferencia con los niños no autistas radica en la tolerancia y la percepción propia de los estímulos. Existe una hipersensibilidad o hiposensibilidad. El cerebro tiene dificultades para recoger, filtrar y procesar los estímulos. Los impulsos que llegan al cerebro son demasiado fuertes y numerosos o demasiado débiles para ser reconocidos. Esto provoca que las reacciones de los niños a menudo se malinterpreten y su comportamiento se clasifique como irracional.
¿Cómo perciben los niños autistas los impulsos externos?
Sonidos – El sentido auditivo de los autistas puede ser hipersensible o hiposensible. Aquellos que oyen muy bien a menudo huyen de los estímulos acústicos, por ejemplo, tapándose los oídos o tarareando para cubrir el ruido ambiental. En caso de un sentido auditivo débil, es posible que el niño busque estímulos acústicos, por ejemplo, cerrando puertas de golpe o gritando.
Imágenes – Según los científicos, los niños en el espectro autista pueden tener un sentido de la vista especialmente desarrollado y ver objetos desde una distancia tres veces mayor que los niños no autistas. También tienen la capacidad de reconocer claramente objetos colocados sobre fondos con patrones complicados. Los autistas suelen fijar la mirada en líneas, esquinas y patrones. Les resulta más difícil reconocer y enfocar los rostros de sus semejantes. Estudios realizados en el siglo pasado concluyeron que incluso la vista de los rostros de los miembros de la familia puede provocar en los niños del espectro autista una sensación comparable al miedo y la ira.
Sabores – Los niños en el espectro autista a menudo tienen dificultades con la comida. O bien rechazan completamente ciertos alimentos o comen todo con mucho gusto, a menudo muy condimentado. Para el rechazo de algunos platos se suelen mencionar dos razones: 1. la consistencia 2. el sabor. La profesora Temple Grandin advierte contra tales simplificaciones en su libro «The Austistic Brain». No es un signo de autismo sentir asco por la clara de huevo cruda, no gustar del agua estancada o encontrar desagradable el olor a pescado, según Grandin.
Olores – El comportamiento atípico de los autistas también puede deberse a un sentido del olfato hiper o hipo desarrollado. Los niños que no tienen sentido del olfato pueden buscar estímulos olfativos de forma intencionada. Más difícil lo tienen los niños con un sentido del olfato hipersensible. Puede que no nos demos cuenta en la vida cotidiana, pero cada uno de nosotros lleva innumerables olores encima (jabón, champú, comida, humedad, detergente, perfume, olor a cuero de ropa y zapatos). Además, están los olores del entorno: flores, humo, polvo, gases de escape, productos de limpieza, etc. Para los niños en el espectro autista son estímulos fuertes que caen sobre su sistema.
Contacto – Ocurre que a los niños en el espectro autista no les gusta ser tocados o abrazados, a menudo cambian de ropa, se peinan y se lavan. El contacto a menudo se percibe como desagradable o doloroso. Con una percepción débil, algunos niños pueden generar el estímulo ellos mismos, por ejemplo, mordiéndose, golpeándose o rascándose.
Hay otros dos sentidos que generalmente no somos conscientes: el equilibrio y la propiocepción. Estos sentidos también pueden verse afectados por un trastorno funcional.
Propiocepción/Percepción corporal (Propiocepción) – Los niños en el espectro autista que tienen una percepción propia alterada suelen disfrutar cuando pueden sentir su cuerpo, por ejemplo, cuando los sostienen, están bajo una manta con peso, o gatean por un túnel de juego estrecho. También les gusta masticar, morder, aplaudir y saltar. Así intentan obtener una sensación de su propio cuerpo.
Los niños en el espectro autista pueden tener trastornos del equilibrio que se manifiestan de diferentes maneras: inseguridad al caminar, caídas frecuentes, piernas inestables, aversión a caminar por el bordillo o montar en bicicleta. En caso de hipersensibilidad, también puede ocurrir que el niño no quiera girar o bajar la cabeza. En caso de hiposensibilidad, el niño busca estimulación balanceándose, saltando o girando.
Consecuencias de los trastornos sensoriales
A menudo, los niños en el espectro autista encuentran incomprensión por parte de otros niños o adultos debido a su comportamiento. Ellos mismos a menudo se preguntan por qué otros niños ríen, lloran y realizan ciertos gestos o actividades. Esto crea una distancia y un muro palpable entre los niños, y el autista a menudo se cierra en su mundo. Como solución, evitan juegos nuevos, rechazan desafíos y nuevas tareas. El niño desea rutina, seguridad y ningún evento imprevisto o no planificado. Tal retraimiento impide un mayor desarrollo.
Terapia de integración sensorial
Existen diferentes maneras en que, como sociedad y como padres, podemos sacar a los niños en el espectro autista del aislamiento y fomentar su desarrollo. Un primer paso podría ser crear una mejor comprensión del autismo mediante campañas. También los jardines de infancia y las escuelas se beneficiarían de un programa de integración para niños con autismo. A nivel individual, una terapia de integración sensorial puede promover el desarrollo del niño.
En la terapia, cada niño es observado atentamente. Para poder elaborar un buen plan terapéutico, el terapeuta realizará pruebas y asignará diversas tareas. Así se puede determinar la fuente y el alcance del trastorno. El progreso de la terapia se puede observar a través del comportamiento del niño. ¿Se evitan o se buscan ciertos estímulos?
La terapia de integración sensorial utiliza diferentes medios: colchones, columpios, monopatines, barras para trepar, chalecos con peso, mantas con peso, etc. El niño aprende así a recibir y procesar correctamente los estímulos.
Los ejercicios se adaptan a las necesidades del niño. No deben sobrecargarlo ni subestimarlo. Se asegura suficiente variedad para que el niño amplíe sus habilidades.
La terapia no debe ser agotadora y es muy importante que el terapeuta seleccione correctamente los ejercicios y sea capaz de establecer una conexión con sus pacientes. Cuanto más abierto sea el trato entre terapeuta y paciente, más precisa será el diagnóstico y mayor el progreso en la terapia.
Cada vez más terapeutas y pacientes informan sobre el efecto positivo de la terapia de integración sensorial. La persona emblemática de la eficacia de este enfoque es la señora Temple Grandin. Ella misma está afectada por el autismo, tiene un título de profesora de la Universidad Estatal de Colorado y es autora de varios libros. En 2010 fue elegida por la Time Magazine como una de las personas más influyentes del año. La profesora Grandin describe en sus libros la vida desde la perspectiva de una persona con autismo y habla, entre otras cosas, sobre la importancia de la presión profunda en el sistema nervioso.
Zbigniew Przyrowski, un especialista polaco en terapia de integración sensorial, trabaja con pesos y pudo observar cambios positivos en 31 pacientes afectados por autismo o TDAH.

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